El partido terminaba 1-1 bajo una tormenta de película y la Selección Argentina comprometía su clasificación al mundial de Sudáfrica 2010. Pero en el último instante, la empujó el goleador.

Leé más: El primer amistoso fue para el Tomba.

El 10 de octubre de 2009, la Selección Argentina jugaba la décimo séptima y ante última fecha de las Eliminatorias Sudamericanas para el Mundial de Sudáfrica 2010, con la obligación de ganar en el Monumental para depender de sí misma y no quedarse afuera de ante mano.

Esa noche, el rendimiento del combinado nacional, dirigido por Diego Maradona, fue flojo, teniendo en cuenta la vulnerabilidad del adversario. Sin embargo, pudo abrir el marcador gracias a un derechazo cruzado de Gonzalo Higuaín, a los 2 minutos del segundo tiempo, tras un pase entre líneas de Pablo Aimar.

Pero la última media hora de partido se hizo cuesta arriba y se desató una intensa lluvia. Para colmo, la visita se había adueñado de la pelota y a los 45 pudo dar el golpe menos esperado: un cabezazo de Hernán Rengifo para establecer el 1-1.

A esa altura las esperanzas del pueblo argentino se desvanecían. Incluso, los hinchas comenzaron a insultar tanto a los jugadores como al técnico, que había sacado al Pipita por Martín Demichelis en un cambio cuestionado.

Hasta que apareció Palermo, «el hombre de los milagros», y las malas vibras se transformaron en sonrisas. A sus 35 años y con dos partidos disputados en ese certamen, el delantero de Boca empujó la pelota al gol en tiempo adicional y desató la locura de la gente.